—¡AHHHH!
Adam se estremeció ante la voz estridente que resonaba desde el asiento trasero, luego se volvió para sonreír a Melanie, quien lo miraba con ojos asesinos.
—Con la forma en que ustedes dos gritan, me voy a quedar sordo antes de cumplir treinta y cinco.
Adir parpadeó somnoliento, su cabeza tambaleándose ligeramente mientras miraba por la ventanilla del coche el borrón de árboles y edificios que pasaban. Se frotó los ojos con el dorso de la mano y murmuró:
—¿Cómo llegué aquí?
Lo último que recordaba era haber sido arropado en la cama en la casa de Adam y Melanie. Se había quedado dormido pensando en dibujos animados y desayuno. Ahora, estaba en un coche en movimiento, todavía en pijama, con el cinturón de seguridad presionando incómodamente su costado.
Melanie lanzó otra mirada gélida a Adam antes de responder secamente: