Ansiosa

Melodía continuó mirando fijamente la puerta, con las manos fuertemente apretadas frente a ella mientras se recordaba a sí misma —otra vez— no preguntar. No era asunto suyo. No tenía razón para interferir. Y sin embargo, a pesar de repetir eso como un mantra, no podía evitar el calor que había comenzado a subir en su pecho. Estaba furiosa.

Todo había comenzado con una simple pregunta casual. Solo le había preguntado a Adir cómo le había ido el fin de semana. Una pregunta inocente, realmente. Una que cualquier profesor podría hacerle a un estudiante.