—Tu familia es muy agradable —comento, mirando por la ventana mientras regresamos a casa, los faros proyectando sombras fugaces en el camino por delante.
—Sí —responde Matthew, con voz firme pero distante.
—Desearía... desearía que la mía fuera así —confieso, mis palabras desvaneciéndose en el suave zumbido del motor del coche.
Matthew gira ligeramente la cabeza para mirarme.
—Tu padre te trata como a una maldita princesa, Sarah —dice, con un tono que lleva un filo que corta el aire.
Vaya... ¿por qué lo dice como si fuera un delito? Sus palabras permanecen, pesadas y acusatorias.
Dudo, eligiendo mis palabras cuidadosamente antes de romper el silencio de nuevo.
—Sí, es cierto, pero... —comienzo, con voz teñida de incertidumbre.
—¿Pero qué? —interrumpe con impaciencia, con los ojos fijos en la carretera, aunque su mente claramente está en otra parte.
—No es nada. No te preocupes —digo y miro por la ventana.
No hablamos durante el resto del viaje.