Ambos hombres se tensaron instantáneamente, intercambiando miradas alarmadas.
—Te lo dije —alguien está en peligro —dijo Agustín corrió hacia la fuente del sonido, Gustave apresurándose muy cerca detrás de él.
Los gritos se hicieron más fuertes a medida que se acercaban. Bajo el tenue resplandor de la luz de la luna, vieron a un hombre inmovilizando a una mujer que luchaba contra él en el suelo.
—Suéltame, monstruo...
Esa voz.
La sangre de Agustín se heló cuando reconoció la voz. Se quedó paralizado a medio paso, con incredulidad y conmoción reflejadas en su rostro.
—Ana —su nombre salió de sus labios en un grito furioso mientras algo dentro de él se rompía, corriendo hacia allá.
Al escuchar una voz llamando su nombre, el corazón de Ana latió con esperanza. —Ayuda —gritó, usando cada gramo de su fuerza para empujar al hombre que la inmovilizaba. Pero él era demasiado fuerte, su agarre demasiado implacable.