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Al día siguiente…
Ana se movía rápidamente, ajustando la correa de su bolso mientras se preparaba para irse antes de que Agustín despertara. Quería evitar otra conversación intensa con él.
Pero en el momento en que salió del dormitorio, sus pasos se detuvieron abruptamente.
Agustín ya estaba despierto. De pie en el pasillo, hablaba por teléfono, su postura tensa.
Ana contuvo la respiración. «¿Qué? ¡Ya está despierto!», susurró para sí misma.
Instintivamente, giró sobre sus talones, lista para volver al dormitorio sin ser notada.
Pero algo en su tono la hizo detenerse. La curiosidad se encendió en su mente. ¿Con quién estaba hablando?
Dudó solo un segundo antes de comenzar a bajar sigilosamente las escaleras, cuidando de mantener sus pasos ligeros. Se esforzó por escuchar sus palabras, pero su voz estaba frustradamente baja, lo que hacía difícil captar algo con claridad.
Aun así, siguió moviéndose, cada paso acercándola más.