—Esto es para ti —dijo Agustín, entregándole la caja.
—¿Otro regalo? —El corazón de Ana latía con fuerza mientras levantaba la tapa. Dentro, una pulsera de oro adornada con incrustaciones de diamantes brillaba bajo la luz—. Esto...
—Perteneció a mi madre —interrumpió él con suavidad—. Y ahora, es tuya.
—Yo... —Ana dudó—. Parece costosa. —Cerró la caja y se la devolvió—. No puedo aceptarla.
Pero Agustín no tomó la caja. En lugar de eso, suavemente la empujó de vuelta hacia ella.
—Mi madre me contó una vez que esta pulsera fue un regalo de su madre —relató, mientras los recuerdos de su madre inundaban su mente, despertando una profunda nostalgia en sus ojos—. Ella siempre quiso una hija, pero debido a complicaciones médicas, no pudo tener otro hijo después de mí.
La expresión de Ana se suavizó mientras escuchaba. Podía sentir la profundidad de emoción en sus palabras, el peso de los recuerdos que él llevaba.