Ana dejó escapar un silencioso suspiro de alivio. Había temido que no le gustara su regalo, pero su cálida aceptación alivió sus preocupaciones.
En el pasado, cada vez que compraba algo para Denis, él se burlaba de su gusto, descartando sus esfuerzos sin pensarlo dos veces. Pero Agustín era diferente. Valoraba su gesto, haciéndola sentir vista de una manera que no había experimentado antes.
Sin embargo, tan pronto como el nombre de Denis cruzó por su mente, su estado de ánimo se oscureció. Sus crueles palabras resurgieron en su memoria, opacando la calidez que acababa de sentir.
—Tú... se suponía que era un regalo de mi parte —hizo un puchero—. Pero tú lo pagaste.
Los labios de Agustín se curvaron en una sonrisa divertida.
—Mi dinero es tu dinero —sacó una elegante tarjeta negra de su billetera y la empujó hacia ella—. Toma. Quédatela. Úsala cuando la necesites.
Ana negó con la cabeza e inmediatamente devolvió la tarjeta.