La compostura de Becca se quebró bajo la mirada feroz de Ana. No esperaba que Ana la sospechara. El pánico se encendió dentro de ella, pero se negó a mostrar debilidad, enmascarándolo rápidamente con indignación.
—¿Qué tonterías? —espetó—. Me fui antes de que incluso terminaras el informe. ¿Cómo podría haber eliminado el archivo si no estaba aquí?
—No te fuiste. No mientas —replicó Ana vehementemente—. Te vi escabulléndote de la oficina justo antes de que me fuera. Te quedaste escondida en las sombras, esperando. Y en el momento en que encontraste la oportunidad adecuada, volviste a entrar, fuiste a mi escritorio... y eliminaste el archivo.
Un músculo en la mandíbula de Becca se tensó. Ajustó sus gafas redondas, empujándolas más arriba sobre el puente de su nariz, nerviosa.