No tengo interés en unirme al Grupo Beaumont.

Patricia jadeó, el horror inundando sus facciones.

—¿Qué acabas de decir? —chilló—. ¡Ya gastaste la mitad! —Su voz se elevaba con cada palabra—. ¿En qué?

Lorie frunció el ceño, molesta por el interrogatorio. Había usado el dinero para comprar ropa cara, joyas, bolsos de diseñador y zapatos a juego—todo para impresionar a Agustín. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, el hombre ni siquiera le había dedicado una segunda mirada.

Apretó los labios con frustración.

Patricia, cada vez más impaciente, agarró el brazo de su hija.

—Te estoy hablando. Respóndeme.

Lorie liberó su brazo bruscamente, frunciendo el ceño.

—Deja de acosarme —espetó—. ¿No decías siempre que querías vivir en una casa grande? Pues, reservé un apartamento en un barrio de lujo. Y compré un coche.

—¿Un coche? —Patricia parpadeó, completamente desconcertada.

Lorie resopló.

—He estado conduciendo un coche de segunda mano durante tanto tiempo. Es vergonzoso frente a mis colegas. Necesitaba una mejora.