La belleza de Ana

Agustín se preparó rápidamente. Llevaba un traje de un tono verde oscuro. Se paró en el vestíbulo, estirando ligeramente sus mangas blancas y ajustando sus gemelos de diamantes. Su Rolax brillaba bajo la luz intensa mientras comprobaba la hora.

Mientras tanto, escuchó pasos que descendían por las escaleras. Giró la cabeza y miró hacia arriba, solo para ver a Ana bajando.

Su corazón latió con fuerza —y por un momento, olvidó cómo respirar. Sus ojos se agrandaron, la admiración destellando en sus rasgos afilados.

Había visto a mujeres hermosas vestidas con trajes de diseñador en fiestas de élite, pero ninguna lo había dejado tan hipnotizado como Ana en ese momento. Su mirada recorrió sobre ella, absorbiendo la forma en que el vestido esculpía su figura, cómo resaltaba cada suave curva y se balanceaba elegantemente con sus movimientos.