La provocación de Lorie

—No tienes ni idea de cómo redactar un informe adecuado —ladró Agustín, elevando su tono con cada palabra—. Esto es descuidado. Amateur. Hazlo de nuevo.

—Sí, señor. Yo... lo siento —tartamudeó Lorie, agachándose rápidamente para recoger el archivo. Sus manos temblaban mientras lo apretaba contra su pecho y se daba la vuelta para irse.

—Si no puedes hacerlo bien, no vuelvas. Te reasignaré a otro departamento, lejos de aquí.

Las palabras la golpearon como un puñetazo. El pánico se retorció en su estómago. Había conspirado y jugado sus cartas solo para acercarse a él, y ahora se le estaba escapando entre los dedos. No podía permitirse perder este puesto.

Manteniendo la cabeza baja, murmuró otra disculpa y salió apresuradamente, con el rostro pálido y la respiración entrecortada.

En el escritorio de Ana...