—¿Ana? —exclamó Patricia con incredulidad. Sus ojos se movieron entre Ana y la mujer que aún se escondía bajo la manta, con la confusión escrita en su rostro—. Si estás aquí, ¿quién es esa mujer?
La mirada de Agustín se dirigió rápidamente hacia Ana, y una ola de alivio lo invadió. Apartó a Robert de un empujón y corrió al lado de Ana. La envolvió en sus brazos, atrayéndola hacia su pecho como para asegurarse de que era real, de que estaba a salvo.
—Gracias a Dios, estás bien —suspiró.
Ana rodeó a Agustín con sus brazos, sintiéndose cálida y protegida.
—Estoy perfectamente bien —le aseguró. Pero sabía que ahora no era momento para consuelos. Primero, necesitaba exponer la verdad.
Apartándose, se volvió bruscamente hacia Patricia, su voz repentinamente fría y cortante.
—¿Por qué dijiste que lo seduje? ¿Cómo podías estar tan segura de que la mujer en esa cama era yo, sin siquiera ver su rostro? Y más importante aún, ¿cómo sabías que estaba en este hotel? ¿Quién te lo dijo?