La expresión de Denis cambió, su calidez desvaneciéndose ligeramente. Nunca había tenido la intención de casarse con Tania, y dudaba que sus padres alguna vez la aceptaran en la familia. Solo la estaban tolerando por el bebé.
—¿Cuál es la prisa? —se apartó de ella—. El compromiso ya está planeado. Los ancianos organizarán la boda cuando sea el momento adecuado. Deberíamos esperar eso.
Por ahora, no tenía más remedio que soportar su presencia.
—Es tarde. Deberías descansar —Denis la guió suavemente para que se sentara en la cama. Cuando se dio la vuelta para irse, Tania le agarró la muñeca con fuerza.
—¿Adónde vas? —preguntó ella, con un toque de desesperación en su voz.
—Todavía tengo trabajo que terminar —respondió Denis con calma—. Descansa tú primero.
—Pero te necesito —insistió ella, levantándose rápidamente y rodeándolo con sus brazos—. Quédate conmigo esta noche.