Hagamos un bebé.

Los ojos de Agustín se iluminaron, una sonrisa se dibujó en su rostro. Le levantó la barbilla con un dedo suave, obligándola a mirarlo.

—Hagamos un bebé entonces —bromeó juguetonamente, inclinándose para besarla.

Pero Ana presionó sus dedos contra sus labios, deteniéndolo justo antes.

—No quiero llegar tarde al trabajo —dijo rápidamente—. Y necesito renunciar hoy.

La alegría en la expresión de Agustín se desvaneció al instante. Sus cejas se juntaron en confusión y preocupación.

—¿Renunciar? ¿Por qué? Lorie ya ha confesado. Todo está claro ahora. Puedes volver como líder del proyecto, y te apoyaré completamente. No tienes que irte. ¿Por qué renunciar?

Escrutó su rostro, preocupado, como si tratara de entender la verdadera razón detrás de su decisión.

Los hombros de Ana se hundieron, su voz espesa de decepción.

—No, no, no quiero seguir en ese proyecto.

Su boca se tensó en una línea dura.