Denis había traído flores para Ana.

Megan se quedó paralizada, con la boca ligeramente abierta, el corazón latiendo salvajemente en su pecho.

—¿Ya casado? —exclamó, atónita—. ¿Cuándo? ¿Cómo? —Su mente corría, incapaz de comprender.

Si Agustín estaba realmente casado, ¿por qué su abuelo enviaría una propuesta de matrimonio a su familia? No, tenía que ser una mentira, un farol para alejarla.

Sus dedos se curvaron en puños, la furia burbujeando bajo su piel.

—¿Crees que puedes huir de mí con esa excusa barata? —murmuró.

Cuanto más la alejaba, más fuerte crecía su deseo de conquistarlo. Hería su orgullo y se convertía en un desafío, y ella odiaba ser derrotada.

—Te haré mío —gruñó, observando su figura que se alejaba con resolución venenosa.

Mientras Agustín se acomodaba en el asiento trasero, Gustave se deslizó en el asiento del conductor. Se volvió hacia él y le entregó su teléfono.

—Robert encontró al tipo. Me envió una foto. Querrás ver esto.