Cada movimiento que hacía Kurome. Cada respiración que tomaba.
Ya estaba al alcance de Tian Lu.
Las orejas de Kurome dieron un pequeño espasmo.
Esto no era solo un rastreador. Era algo más profundo.
Una presencia que pesaba cada latido, midiendo su derecho a existir.
Tian Lu no se movió.
Simplemente se quedó allí, silencioso y firme.
Dejando que ella lo sintiera.
Incluso si la oscuridad se tragara el mundo, su hoja aún la encontraría.
A un lado, un par de ojos rojo brillante resplandecían en la oscuridad.
La pequeña rata se agachó inmóvil.
Little Sneak entrecerró los ojos con más fuerza, los patrones en sus pupilas girando suavemente, floreciendo en un loto rojo sangre.
Inclinó la cabeza, y la siguió con un lento asentimiento.
«Este humano es bastante bueno».
Una pequeña sonrisa presumida se extendió por su diminuta cara bigotuda.
«No tan bueno como yo, por supuesto. Mi técnica de rastreo es mucho más elegante».
Hinchó ligeramente el pecho.