—Jo-Jo-Joder... L-Líder, d-deberíamos... d-deberíamos retirarnos? ¿In-Informar al Jefe?
Al hombre le castañeteaban los dientes. Su voz se quebró, con los dedos temblando a sus costados.
Si el líder no lo hubiera arrastrado hacia atrás-
Él también habría desaparecido.
Como los otros.
El rostro del líder se retorció.
—Ni de coña.
Sus ojos no abandonaron al gato.
Pero su voz bajó, impregnada de frío pavor.
—¿Crees que el jefe va a creer que tres de nuestros hombres simplemente desaparecieron persiguiendo a un mocoso herido y una chica medio muerta?
Miró de reojo, con la mandíbula apretada.
—No hay manera de que no piense que tomamos el clúster para nosotros mismos.
Todos sabían cómo el jefe trataba a los traidores.
Lentamente.
Desordenadamente.
Ruidosamente.
—Si volvemos, no moriremos rápido como ellos —murmuró—. Moriremos gritando.
El otro hombre tragó saliva con dificultad.
Había visto lo que le pasó al último tipo que falló.