No hay otra manera

Elena podía ver el hambre y el deseo en los ojos del Rey Killian, muy claro e inconfundible —como un fuego apenas contenido. La forma en que la miraba parecía como si estuviera a punto de devorarla. El corazón de Elena latía con fuerza, tanto por miedo como por excitación.

Elena tuvo que hacer un gran esfuerzo para no retroceder cuando él comenzó a caminar hacia ella, sus ojos recorriendo mortalmente su cuerpo. Se detuvo a escasos centímetros de ella, luego se inclinó. Tomó una larga respiración, mientras inhalaba su aroma que ahora estaba mezclado con el aroma frutal de su jabón de baño. Su lobo se volvió loco con la proximidad, alimentando aún más los deseos del Rey Killian.

Sin previo aviso, se inclinó y lamió la curva del cuello de Elena, un nuevo hábito del que no se había dado cuenta que había formado. Su acción hizo que Elena se estremeciera, con los pelos de su nuca erizados.