CAPÍTULO 119

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Alejandro giró lentamente el vaso en su mano y miró fijamente el jugo en su interior. Su voz era fría. —Les di tres opciones. La primera opción era ser enviados en secreto a un hospital mental en el extranjero. No podrían salir ni contactar con el mundo exterior. La segunda opción era ser encarcelados en secreto por mí y someterse a cirugía plástica para parecer fugitivos. Enviaría a alguien para crear la ilusión de que se suicidaron y desaparecieron. Cuatro años después, persuadiría a sus familias para que solicitaran al tribunal que los declarara muertos y tomaran todos sus bienes. Tan pronto como el tribunal los declare muertos, los liberaré. La tercera opción es aceptar los cargos que les he imputado e ir a la cárcel. No merecen morir, pero si se comportan bien en prisión, podrían ser liberados en diez o veinte años.