Había pasado semanas persiguiendo cada pista susurrada y mensaje codificado, mi mente constantemente en un estado de alerta máxima.
Por fin, decidí seguir adelante con esa misteriosa llamada que me había atormentado durante días. Casi había olvidado los detalles en el caos de mi vida diaria hasta que encontré un sobre metido bajo mi puerta, sellado con un emblema desconocido. Con manos temblorosas, lo abrí. Dentro había una única carta pulcramente mecanografiada, su contenido tan críptico como escalofriante.
La carta me advertía que pisara con cuidado e insinuaba que mi búsqueda de la verdad estaba a punto de exponer secretos mucho más oscuros de lo que había imaginado. Pero la última frase, escrita con una caligrafía desconocida, me dejó atónita: «Aria es la hija de Marion».