Estaba en medio de revisar otra pila de archivos encriptados cuando mi teléfono vibró, una vibración que atravesó la casa.
Miré la pantalla y sentí que mi corazón latía con fuerza: un número desconocido. Con un deslizamiento vacilante, abrí el mensaje. Decía simplemente:
«Los secretos tienen un precio. Reúnete conmigo si estás lista para pagar».
Las palabras me provocaron un escalofrío por la espalda. Miré fijamente la pantalla durante varios segundos, con la mente acelerada. No era la primera vez que recibía un mensaje críptico, pero este se sentía diferente, más urgente, más personal. Mis pensamientos se agitaban mientras me preguntaba quién podría estar enviándolo.
El número desconocido llevaba un aire de amenaza y misterio. La promesa de más secretos, y un precio, era tan tentadora como inquietante.