Me senté en la pequeña mesa de la cocina, con las manos temblorosas mientras abría el sobre sencillo. Esto tenía que ser el...
Sentía que ya había perdido la cuenta.
El mensaje en su interior era breve y escalofriante:
«Aléjate de Marion. Deja de indagar en cosas que no te corresponden. O si no...»
Mi corazón latía con fuerza y se me cortó la respiración y casi me reí. Esto era nuevo pero no podía tomarlo a la ligera.
Había esperado que las amenazas se desvanecieran en la nada, pero ahora se habían vuelto más audaces, más personales.
Sabía que tenía que decírselo a Marion.
Dejé la mesa y me apresuré hacia la sala donde Marion caminaba de un lado a otro junto a la ventana.
La luz del atardecer se filtraba por el cristal, proyectando largas sombras en el suelo.
Cuando me vio, sus ojos se suavizaron con preocupación al ver mi expresión. —Selena, ven a sentarte conmigo —dijo, señalando el desgastado sofá frente a él.