Mascarada y sorpresas

Selena

Estaba sentada en nuestra sala de estar cuando noté una caja grande y bien envuelta sobre la mesa. Al principio, no estaba segura de qué pensar. Miré alrededor, preguntándome si Marion había olvidado algo, pero entonces vi su cálida y cómplice sonrisa. No era una sonrisa común, era de esas que decían que tenía algo especial planeado solo para mí.

Tomé la caja con cuidado y bromeé:

—Marion, ¿me estás mimando de nuevo? No puedo creer que hagas eso.

Mi tono era ligero y juguetón, pero no podía ocultar el toque de emoción que burbujeaba dentro de mí.

Él se rió suavemente y respondió:

—Si yo no te mimo, ¿quién más lo hará? Te lo mereces.

Había una suave calidez en su voz que hizo que mi corazón se acelerara. No pude evitar notar cuánto se había enamorado de mí, y cada palabra que decía me hacía sentir valorada.

Todavía sosteniendo la caja, dudé un segundo más antes de que Marion insistiera:

—Vamos, Selena, ábrela. Te prometo que te gustará.