Me desperté con el sonido de mis propias lágrimas. El recuerdo de la pesadilla aún persistía en mi mente. Podía ver claramente el rostro de Gonzalo, retorcido en un gruñido, persiguiéndome por calles oscuras y vacías. Sus ojos ardían con una intensidad feroz que me hizo estremecer. Me quedé en la cama, temblando mientras intentaba recordar cada detalle del sueño. ¿Era real o solo un producto de mi sueño perturbado? No podía decirlo.
Lentamente, me senté y me froté los ojos. La habitación estaba en silencio excepto por el suave zumbido del aire acondicionado. Intenté respirar profundamente y calmar mi corazón acelerado. Pero la imagen de Gonzalo seguía apareciendo en mis pensamientos. ¿Cómo escaparía alguna vez del terror que parecía seguirme incluso en sueños? Cerré los ojos nuevamente, esperando descansar un poco, pero mi mente se negaba a calmarse.