—Jesse —susurró Rosa sintiendo que ya no está en sus brazos. Toca la cama y se da cuenta de que Henry ya no le está acariciando la espalda, ni Mike está sosteniendo su mano entre las suyas y siente que ha perdido algo importante.
Está sola en su dormitorio y los trillizos se han ido.
—¿Adónde fueron? —pregunta, haciendo un puchero mientras se sienta en medio de la cama y mira alrededor.
—Ya los extraño —dijo Ángel, aullando en la mente de Rosa—. ¡Deberían haberse quedado aquí con nosotras! —dice y aúlla aún más fuerte, pero Rosa la está ignorando.
—Estoy segura de que tenían algo importante que hacer —dice mientras se hunde en la suave cama, tira de las sábanas y comienza a olfatearlas.
—¿Sabes qué, Ángel? —dice sonriendo—. Yo también los extraño —y comienza a reírse.