—Por favor —dice Rosa con mucha felicidad en sus ojos—. ¡Dime que no estás bromeando!
—¡No lo estoy! —dijo Jesse y la atrajo de nuevo a sus brazos.
—Ella está justo detrás de nuestra puerta, lista para verte —y diciendo eso acarició su hermoso rostro y arregló algunos mechones de cabello que caían sobre su cara.
—Por favor —le dice Rosa, y casi olvidó que estaba enojada con ellos—. Dile que venga. ¡Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que la vi!
—No sé, Rosa —dijo Jesse sonriéndole—. Pareces tan ansiosa por escapar de nosotros.
Pero Rosa pone los ojos en blanco.
—¿Acabo de despertar en tus brazos y dices eso? —y lo mira con ojos muy abiertos.
—La llamaré —dice Jesse—. Pero primero necesito tenerte para mí —y sin decir otra palabra la levanta en sus brazos, mientras ella envuelve sus piernas alrededor de su cintura y la besa en un instante.