—Bueno... —dijo Rosa al notar que Fe lo evitaba—. Eso es exactamente lo que quería escuchar. Me alegro de que todo esté bien en tu escuela.
Fe le sonrió tímidamente y solo asintió.
—Bien mi trasero —dijo Rosa a Ángel.
—No le está yendo bien para nada. Parece triste y apenas está resistiendo este teatro —dijo Ángel—. ¿Y mírala. Siempre le encantó usar su ropa y ahora está usando estos atuendos simples?
—Tienes razón, Ángel —susurró Rosa—. Necesitamos vigilarla. Si alguien le está haciendo daño, me encargaré de ellos. ¡Nadie hace sufrir a mi mejor amiga!
—¿Estás bien, Rosa? —pregunta Fe—. Te quedaste en blanco.
—Oh, estoy bien, solo estaba pensando en qué debería ponerme —y saltando de la cama casi arrastró a Fe tras ella.
—Los trillizos llenaron este armario con mi ropa y también pusieron muchas cosas nuevas aquí que creo que nunca usaré —y comienza a reír.
—Bueno, tienes suerte de tenerlos —le dice Fe nuevamente.