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El dolor quemaba el cuerpo de Selene mientras las llamas bailaban sobre su piel. Los seguidores de Elara la arrastraban por los oscuros túneles, sujetando con fuerza sus brazos. Cada paso enviaba nuevas oleadas de dolor a través de ella.
—¡Quiten sus manos de ella! —La voz cortó su dolor como una hoja helada.
Dante emergió de las sombras, sus ojos ardiendo dorados en la oscuridad. Detrás de él, Rowan se movía como un fantasma, derribando a dos guardias antes de que pudieran gritar. Dante se abalanzó sobre los tipos que sujetaban a Selene. Sus movimientos eran un borrón, sus gruñidos haciendo eco en las paredes de la cueva. En segundos, sus secuestradores yacían inconscientes en el suelo.
—Selene —susurró, extendiendo la mano hacia ella.
Retrocedió cuando las llamas lamieron sus dedos.
—¿Qué te hizo ella?
—Poción —jadeó Selene, tratando de controlar el fuego que brotaba de su piel—. No puedo detenerlo.
El rostro de Dante se endureció.
—¿Dónde está Ivy?