Capítulo 25: La Promesa del Diablo

La entrada de la mina de plata se alzaba ante ellos, una boca oscura en la ladera de la montaña bordeada por árboles retorcidos y muertos. Ningún pájaro cantaba aquí. Incluso el viento parecía tener miedo de soplar. —Aquí es —susurró Rowan, agachándose detrás de una roca—. El escondite de Elara. El corazón de Selene latía con fuerza mientras miraba la abertura de la mina. En algún lugar dentro estaba Ivy—su hermana pequeña, atrapada entre humana y algo más. —Dos guardias —susurró Dante, con sus ojos dorados entrecerrados—. Los neutralizamos en silencio. Rowan asintió. —Rodearé por la izquierda. —Espera. —Selene agarró el brazo de Dante—. Algo no está bien. —¿Qué quieres decir? —preguntó él. —Es demasiado fácil. —Ella frunció el ceño—. Después de esa visión en la biblioteca, Elara sabe que venimos. ¿Por qué solo dos guardias? Dante estudió la entrada, luego olfateó el aire. —Tienes razón. Es una trampa. Rowan señaló una pequeña grieta en las rocas cercanas.