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El dolor atravesó el cuerpo de Kael mientras recuperaba la conciencia. La sangre apelmazaba su pelaje, pero sus cortes ya estaban sanando. La lucha había terminado. El bosque yacía en silencio excepto por los gemidos de los lobos heridos. Volvió a su forma humana, haciendo una mueca mientras las costillas rotas se colocaban en su lugar. Sus hermanos estaban cerca – Ronan sujetando su pierna destrozada, Darian presionando una mano contra un profundo corte en su pecho.
—Elara —croó Kael, el nombre enviando un nuevo dolor a través de él que nada tenía que ver con sus heridas.
—Se ha ido —Tobias cojeó hacia ellos, su rostro anciano retorcido de tristeza—. Vargo se la llevó.
Ronan golpeó el suelo con la mano.
—¿Y Celeste?
—Desapareció con ellos —Tobias ayudó a Darian a sentarse—. Necesitamos movernos. Más renegados podrían volver.
Kael sacudió la cabeza, tratando de aclarar la niebla. Algo ardía en su pecho – no dolor, sino conexión. El vínculo de pareja.