Elara despertó en total oscuridad. Su cabeza palpitaba, y las paredes plateadas a su alrededor le ponían la piel de gallina. Intentó alcanzar su poder, pero los efectos de la piedra de supresión aún permanecían. Se sentía vacía, como si alguien le hubiera arrancado el corazón. —¿Ya despierta? —Las palabras del Anciano Thorne resonaron desde algún lugar que no podía ver—. A tu madre le tomó mucho más tiempo recuperarse del dardo. —¿Dónde están mis parejas? —A salvo. Por ahora. —Un panel en la pared se deslizó, mostrando a Thorne de pie en un pasillo brillantemente iluminado—. Pero su seguridad depende completamente de tu cooperación. —¿Qué quieres de mí? —Todo.
Entró en su celda, y ella notó que llevaba guantes que brillaban con la misma energía oscura que la piedra de control.
—Tu poder, tu linaje, tu completa obediencia.
—Nunca.
—Ya veremos —Thorne sonrió fríamente—. Tu educación comienza con una lección de historia. Sígueme.