Capítulo 6: El acero se alinea

Cuartel de formación avanzada, Kassel, primavera de 1938.

El patio resonaba con gritos secos, metal golpeando piedra y botas pisando al unísono. La instrucción para la nueva Leibstandarte no se parecía a ningún entrenamiento anterior. No era solo físico: era ideológico, técnico, absoluto.

Falk y Konrad llegaron primeros. Ambos venían ya de la guardia personal del Führer, y fueron asignados directamente al curso de blindados. Allí conocieron a tres figuras que, en apariencia, no compartían nada.

Lukas destacaba por su habilidad al volante. Se movía entre los tanques de prueba como si fueran carretas en caminos bávaros. Su informalidad contrastaba con la rigidez de sus instructores, pero nadie cuestionaba sus resultados.

Ernst, el más corpulento, acarreaba proyectiles como si fueran sacos de harina. Callado, pero explosivo cuando algo no funcionaba bien. Un instructor lo definió como "el tipo de hombre que preferirías tener cargando tu cañón, no apuntándote con él".

Helmut, siempre con una libreta en el bolsillo, parecía un académico perdido. Pero cuando descifraba señales, planificaba rutas o solucionaba interferencias, hasta los oficiales más severos fruncían el ceño con respeto.

Durante semanas, los cinco coincidieron en ejercicios. Al principio, solo compartían espacio. Luego, esfuerzo. Y finalmente, sincronía.

El día de la evaluación final, una lista fue leída en el campo de entrenamiento:

—Pelotón 3, Carro Alfa: Comandante, Oberscharführer Falk Ritter. Artillero, Unterscharführer Konrad Weismann. Operador de radio, Rottenführer Helmut Krüger. Cargador, Rottenführer Ernst Vogel. Conductor, Rottenführer Lukas Hoffner.

Un silencio breve. Luego miradas. Ninguno sonrió, pero en sus ojos había algo que se parecía al reconocimiento.

Esa noche, se sentaron juntos por primera vez en el comedor. No hablaron mucho. Pero cuando uno de los nuevos reclutas preguntó en voz alta quién creía que duraría más en el frente, fue Falk quien respondió, sin dejar de mirar su bandeja:

—Nosotros cinco. Porque ya somos uno.

Nadie replicó.

Al día siguiente, comenzaron las prácticas reales de coordinación en campo. Ya no eran cinco soldados. Eran un Panzer en formación.