Capítulo 17: La caída de Varsovia

Varsovia — 27 de septiembre de 1939

Habían pasado semanas, pero parecían años. Falk apenas recordaba la última noche que había dormido realmente. Las calles de Varsovia eran irreconocibles: edificios reducidos a escombros, barricadas abandonadas, vehículos quemados y, sobre todo, silencio. Un silencio pesado que anunciaba la derrota.

La resistencia polaca, feroz hasta el último momento, había dejado marcas imborrables. Cada esquina tomada había costado bajas. Cada calle atravesada había exigido esfuerzo y coraje. Falk contemplaba la ciudad desde la escotilla de su tanque. Las torres que días atrás desafiaban con orgullo ahora estaban rotas o ennegrecidas por el fuego.

Helmut escuchó la radio, serio, antes de anunciar:

—Varsovia se rinde oficialmente. Alto el fuego a las 14:00 horas.

Nadie en el Panzer celebró. No había nada que festejar, solo el alivio momentáneo de saber que el combate cesaba.

El convoy avanzó lentamente hacia el centro de la ciudad, siguiendo órdenes estrictas. Falk miraba a los civiles salir de entre las ruinas, llevando banderas blancas improvisadas y rostros vacíos de esperanza. Nadie hablaba.

En la plaza central, oficiales polacos entregaban formalmente las armas. Soldados alemanes supervisaban el proceso en silencio. Falk bajó del vehículo para observar de cerca. El comandante polaco era un hombre mayor, con uniforme gastado y mirada firme.

—Lucharon bien —dijo Falk sin pensarlo, en voz baja.

El oficial polaco lo miró directamente.

—Y ustedes lucharon con acero y fuego. Varsovia caerá, pero Polonia no muere aquí.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire. Falk asintió levemente, consciente del peso histórico del momento.

Mientras regresaba al Panzer, Ernst le susurró:

—¿Esto es victoria, jefe?

Falk no respondió. Solo subió lentamente al vehículo.

Varsovia había caído, pero el eco de sus calles, sus edificios destruidos y sus habitantes derrotados permanecería para siempre con ellos.