2 de junio de 1940
[Frente del canal, mando británico — Dover]
El Almirantazgo estaba en silencio.Churchill no hablaba. Observaba el mar desde la ventana, con un cigarro apagado entre los dedos.Lo que quedaba de la Royal Navy informaba de pérdidas masivas. Barcos hundidos. Playas cubiertas de cuerpos.La Fuerza Expedicionaria Británica ya no existía.
—No volverán —dijo un joven oficial, rompiendo el silencio.—Lo sé —respondió Churchill, sin girarse—. Ahora rezad para que los alemanes no crucen.
[Sector de mando alemán — fuera de Dunkerque]
El Generalmajor de artillería miraba su mapa sin satisfacción. La victoria era total… y sin embargo no traía alivio.
—Los hemos atrapado —dijo uno de sus oficiales—. Ninguno escapó.
—Sí. Pero ahora no hay a quién ofrecer términos —respondió el general—. Solo cadáveres. ¿Dónde está la política en eso?
La muerte total no era diplomacia. Era un vacío. Un silencio incómodo. Berlín lo celebraba. Pero los soldados en el barro sabían otra cosa.
[Panzer IV de Falk Ritter — posición avanzada]
El tanque estaba detenido. Por primera vez en días, no avanzaba.
Falk observaba la playa desde la escotilla. Entre el humo, se veían cascos flotando en el agua. Mochilas abandonadas. Perros merodeando entre cuerpos.
—No dejaron de pelear —dijo Konrad, desde abajo.
—No. Murieron de pie —respondió Falk.
Lukas no decía nada. Ernst miraba el suelo. Nadie tenía hambre.
[Comando francés — Lille, sector occidental]
El coronel Moreau rompió el teléfono contra la pared. La línea con Londres ya no respondía. La última llamada había sido clara:
"Lo sentimos. No hay más refuerzos. God save the King."
—Nos han abandonado —dijo un capitán, pálido.
—Nos han enterrado —corrigió el coronel.
En su mapa, una línea roja se acercaba a París. Pero su mirada ya no estaba allí. Estaba en Dunkerque. Donde sus aliados murieron… y ellos quedaron para morir después.
[Oficina de propaganda del Reich — Berlín]
Las imágenes llegaron rápido: soldados británicos muertos en la playa. Oficiales franceses capturados. Civiles huyendo en masa.Goebbels ya preparaba el discurso. Lo llamaría "El castigo de Dunkerque".
—El mundo entenderá quién tiene el control —dijo.
Pero en los ojos del camarógrafo, que había estado en la costa, no había victoria. Solo el temblor de quien ha visto demasiado.