Europa Occidental — 6 al 10 de junio de 1940
[Londres – Gabinete de guerra]
—Dunkerque no ha sido una retirada. Ha sido una ejecución —dijo Churchill.La sala quedó en silencio.
Las imágenes eran claras. Los informes, peores. La Fuerza Expedicionaria había sido aniquilada. Casi ningún superviviente.En la BBC se hablaba de “sacrificio heroico”, pero los altos mandos ya sabían la verdad: Inglaterra estaba sola.
—¿Nos invadirán? —preguntó un ministro.
—Aún no. Pero el mundo ha visto que no somos invulnerables —contestó Churchill—. Y eso… cambiará el tablero.
[Burdeos – Gobierno francés provisional]
El presidente Reynaud había dimitido. El mariscal Pétain asumía el poder.Hablaba de "honor", de "evitar más sufrimiento", pero sus ojos estaban vacíos. Ya no quedaba nada que defender.
El armisticio con Alemania era cuestión de horas.
—No es paz —dijo el general Weygand—. Es servidumbre.
Pero no había más soldados. Ni más ciudades. Ni más aliados.
Así nació la Francia de Vichy, no por voluntad… sino por falta de aire.
[Berlín – Cuartel de estrategia del OKW]
La victoria era absoluta. Pero el alto mando no celebraba. La masacre de Dunkerque había generado un eco incómodo. Ni siquiera Goebbels lograba controlar la narrativa internacional.
—Demasiado ruido —admitió Keitel—. Y ningún rehén.
En privado, Hitler estaba satisfecho. Pero Speer y otros lo veían más inquieto que eufórico.
¿Y ahora? ¿Hacia dónde mirar?
[Madrid – Palacio de El Pardo]
Franco escuchaba la radio con gesto grave. Dunkerque había cambiado el equilibrio. Inglaterra estaba sola. Francia caída. Alemania, imparable.
Su ministro, Serrano Suñer, lo dijo sin rodeos:
—Es el momento. Podemos reclamar Gibraltar. Restaurar el Imperio.—¿Y si luego caen… y nos arrastran con ellos?
Franco no respondió. Pero pidió un informe militar. Por primera vez.