Junio de 1940 – Perspectiva internacional
[Washington D.C. – Despacho Oval]
El informe seguía intacto sobre el escritorio de Roosevelt.—No evacuaron. Fueron masacrados.
El embajador británico no respondió. Solo asintió, con los ojos rojos de impotencia.
—El Congreso no querrá saber nada —añadió Roosevelt—. Pero el pueblo americano no es ciego. Esto cambia la percepción. Aunque no entremos… no podemos seguir mirando a otro lado.
Estados Unidos seguía siendo neutral. Pero después de Dunkerque, esa neutralidad ya no era moral.
[Moscú – Kremlin]
Stalin fumaba en silencio. Beria hablaba. Molotov repasaba despliegues.
—Lo han hecho —dijo Stalin—. Francia ha caído. Inglaterra sangra.
Nadie lo interrumpió.
—Pero no podemos dejar que Alemania se confíe. Ni que crezca más.
Señaló un mapa diferente: uno que marcaba rutas de avance hacia el oeste.
—Ya tomamos los Bálticos. Parte de Polonia. Besarabia. Ahora… preparamos la siguiente fase.
Molotov levantó la mirada.
—¿Quiere atacar primero?
Stalin no parpadeó.
—Quiero decidir cuándo empieza la guerra para nosotros. No Berlín.
El Ejército Rojo comenzó a planear en silencio.
[Roma – Palacio de Venecia]
Mussolini estaba exultante.
—¡La historia gira! ¡Es el momento de Italia! ¡Francia se derrumba! ¡Entraremos en la ofensiva antes de que no quede gloria por repartir!
Sus generales eran más cautos. Pero el Duce ya lo había decidido: Italia entraría en guerra. Tarde, sí. Pero con estruendo.
[Tokio – Ministerio de la Guerra]
La inteligencia japonesa era clara: Europa se desmoronaba, y con ella sus colonias.
—Si Francia ya no existe, ¿Quién protege Indochina?—Y si Inglaterra se rompe, ¿Quién defiende Singapur?
El Estado Mayor Imperial vio la señal. Dunkerque no era solo una masacre. Era una puerta abierta en Asia.
[Madrid – Palacio de El Pardo]
Franco observaba de nuevo la carta. Berlín ofrecía armas, combustible, territorios.
Pero también riesgos.
—Si entramos ahora, lo haremos bajo la sombra de una masacre —dijo.
Serrano Suñer insistía:—Dunkerque no fue una masacre. Fue un mensaje. La historia la escriben los que vencen.
Franco encendió un cigarro. No respondió.
Aún no.