Capítulo 2: Ecos en la calma

Frente Oriental — Junio de 1941

El calor no daba tregua, ni siquiera bajo los pinos.

Falk esperaba fuera del puesto de mando improvisado. La estructura era un edificio rural de ladrillo bajo, con ventanas clausuradas y dos centinelas en la entrada. Dentro, decían, estaban discutiendo rutas, unidades móviles, mapas marcados con lápiz rojo y negro.

Él no preguntó. Sabía esperar.

Al cabo de unos minutos, una figura salió del interior con paso calmo y uniforme perfectamente abrochado. Albrecht.

—Oberscharführer Ritter —dijo, sin levantar la voz.

—Untersturmführer —respondió Falk, firme, sin saludar con exageración.

—Camine conmigo.

El sendero entre los árboles ofrecía una sombra densa, silenciosa. Se oían grillos, algún cuervo, el zumbido lejano de un generador. Caminaron varios metros sin hablar. Luego, Albrecht rompió el silencio:

—¿Sabes por qué no habéis entrado aún?

—Porque no somos punta de lanza esta vez.

—Correcto. Esta vez… sois contención.

Falk no reaccionó.

—La idea es avanzar rápido. Muy rápido. Pero el frente… no es Francia. Hay huecos. Bolsas de resistencia. Zonas que arden más de lo previsto.

—Y ahí entraremos nosotros —dijo Falk.

—Ahí viviréis. O no.

Albrecht se detuvo junto a un árbol. Apoyó la mano en la corteza.

—Esta guerra será distinta, Falk. Ni tan gloriosa, ni tan limpia. El enemigo no se rinde. No se ordena. No siempre huye.

—Ya lo imaginaba.

—No. No lo imaginas aún.

Caminaron otro tramo.

—¿Qué piensas de tus hombres?

—Vivos. Cansados de esperar. Preparados.

—¿Y tú?

Falk lo miró.

—Mi tanque está listo.

—No pregunté por tu blindado.

Falk bajó la vista. Luego volvió a alzarla.

—Estoy entero. De momento.

Albrecht asintió despacio. Como si esa fuera la respuesta correcta… o al menos, la inevitable.

—Pronto recibirás tu primer despliegue. Lo sabrás antes que los demás. Habla poco. Observa más. Y no te fíes del mapa: aquí, todo cambia antes de que llegue la tinta.

Falk tragó saliva. El sudor bajaba por su cuello.

—¿Algo más?

—Sí. No subestimes el frío.—¿El frío?

—Ni tú ni ellos conocéis aún el invierno.Pero llegará. Como todo lo demás.

Volvieron en silencio. Al llegar al puesto, Albrecht no entró. Se detuvo y le puso una mano en el hombro.

—Lo que hagas allá fuera… hazlo como si el Reich te estuviera mirando. Pero decide como si nadie lo hiciera.

Falk asintió.Y por primera vez desde que cruzaron a suelo enemigo…tuvo miedo sin saber por qué.