Capítulo 3: Miradas desde el mundo

22 de junio de 1941

Moscú

Stalin cerró el informe con una lentitud enfermiza. El despacho era breve, pero contundente.

Alemania había atacado.No solo Alemania. También Rumanía, Hungría, Finlandia… y Japón desde el este.Y lo peor: sabían. Sabían desde hacía semanas.

El cerco no era táctico. Era político. Estratégico. Continental.

—Avisa a Zhukov —dijo con voz ronca—. Quiero defensa total.Y silencio absoluto.El pueblo no debe saber que estamos rodeados.

Tokio

En los pasillos del alto mando imperial, no se hablaba, se decidía.

Tojo firmó la orden sin temblores: avance completo sobre el Lejano Oriente soviético.Manchuria sería la cabeza de puente.La coordinación con Berlín había sido limpia, precisa.

—Que lo aprendan los europeos: la guerra no se gana con pactos, sino con ataques simultáneos —dijo el general, antes de girarse hacia el mapa.

Japón había apostado. Y lo había hecho sin mirar atrás.

Londres

—¿Y siguen pensando que esto es una buena noticia? —bramó Churchill golpeando la mesa.

—Con respeto, señor… Alemania abre otro frente. Eso…

—¡Eso nos importa una mierda si mientras tanto han reforzado África! —interrumpió.

El informe era claro: varias divisiones alemanas habían desembarcado en Túnez, algunas con apoyo español. Rommel no estaba solo. Franco y Mussolini estaban dividiendo el norte de África como si fuera una finca. Y con Gibraltar cerrado, la flota combinada del Eje controlaba el Mediterráneo occidental.

—¿Y la Royal Navy?

—Atada. No puede pasar sin cruzarse con su flota.

Churchill tragó saliva.

—Entonces que preparen Egipto.Esta guerra… se ha vuelto una hidra.

Washington

Roosevelt miraba dos mapas: Europa… y África.

—Así que lo han hecho.¿Y Franco también?

—Sí. Tropas en Ucrania como gesto, pero su esfuerzo principal está con Rommel. Hay despliegue conjunto hispano-italiano en Libia. Alemania aporta blindados.

—Y controlan Gibraltar.Muy bien. El Atlántico está en llamas. El Mediterráneo, cerrado. Y Rusia, invadida.

Se quedó en silencio un momento.

—Empiecen a acelerar la producción de Lend-Lease.Vamos a tener que sostener tres frentes... sin haber disparado todavía.

Roma

—¡¿Compartir África con Franco?! —rugió Mussolini— ¡Eso no estaba en el trato!

—Duce, Berlín ha impuesto ese acuerdo. Franco domina la infraestructura costera. Controlan Gibraltar. Alemania necesita puertos seguros.

—¿Y yo qué soy? ¿Un mayordomo?

Su ministro tragó saliva.

—El Duce… es el que liderará la victoria del sur.

—¡Eso ya lo sé! Pero que no se olviden de quién plantó la bandera en Trípoli primero.

Madrid

Franco fumaba en silencio. Serrano Suñer leía en voz baja.

—Nuestros hombres han entrado en Ucrania sin incidentes. Pero el mensaje más importante ha llegado: Rommel solicita ampliación del contingente español en África.

Franco asintió.

—Gibraltar es nuestro as bajo la manga. Alemania lo sabe. Italia también.Dejemos que peleen por el desierto… mientras nosotros aseguramos el tablero.

—¿Y Moscú?

—Con los falangistas ya va el mensaje que queríamos enviar.Ahora, que los soviéticos se desgasten. Y nosotros… sumamos.

Helsinki

Mannerheim encendió una pipa.La nieve aún no caía. Pero los cañones ya estaban listos.

—No habrá pacto. Esta vez… solo venganza.

Bucarest

—Por fin. Ahora el mapa empieza a parecerse a como debería haber sido —dijo Antonescu.Besarábia sería rumana.Y Europa… tal vez, del Eje.

Y mientras el mundo se movía en pactos, traiciones y mapas...en algún punto del sur de Ucrania,la Leibstandarte aguardaba.El motor encendido. Las órdenes pendientes.Y los ojos fijos…en una tierra que nunca quiso ser conquistada.