Berlín — Junio de 1941
La sala de prensa del Ministerio de Propaganda estaba repleta. Las cámaras zumbaban. Los micrófonos captaban cada suspiro. En el estrado, bajo la bandera roja con la esvástica negra, Joseph Goebbels sonreía con la calma de quien ha preparado cada palabra durante semanas.
—El Tercer Reich, en cooperación con sus aliados, ha lanzado esta mañana una operación conjunta de defensa y liberación. La Operación Barbarroja no es una guerra de conquista, sino una cruzada continental contra el bolchevismo ateo y criminal.
A cada frase, los corresponsales escribían sin levantar la vista. Goebbels no hablaba a los periodistas. Hablaba al mundo. A la historia.
—La Unión Soviética ha violado acuerdos, armado fronteras, protegido terroristas rojos y hostigado pueblos libres durante décadas. Alemania, junto a Italia, España, Rumanía, Hungría, Finlandia y el Imperio Japonés, alza la voz por Europa. Y actúa.
Un periodista sueco alzó la mano:
—¿Por qué no hubo declaración oficial de guerra?
Goebbels sonrió.
—¿Acaso hay que avisar a un asesino cuando uno se defiende?
Londres
El discurso llegó en menos de una hora a Downing Street. Churchill lo escuchó completo. Silencio total en la sala.
—Ese hombre habla con palabras medidas… y cadáveres detrás de cada una —dijo al acabar.
—¿Cree que Europa lo cree?
—No. Pero Europa ya no tiene elección.Alemania no está sola.Y eso es lo que más me inquieta.
El informe más reciente hablaba de divisiones conjuntas en África, acciones simultáneas en Ucrania y Finlandia, y movimientos navales en el Adriático y el Mediterráneo Occidental.
—Están sincronizados.Y eso… no lo vimos venir.
Washington
—¿Una cruzada? —dijo Roosevelt—. ¿Desde cuándo los criminales invocan moral?
—Están ganando apoyo. Rumanía y Hungría han enviado divisiones. Finlandia se ha lanzado. Incluso Franco ha enviado tropas, y ha entregado Gibraltar para operaciones navales.
El presidente encendió su pipa y miró el informe naval.
—Lo que me preocupa no es que avancen. Es que crean tener razón.
—¿Y Japón?
—Silencioso. Pero activo.Y cuando Tokio calla… es que ya ha movido ficha.
Berlín — noche
En la radio nacional, la voz grave del locutor retumbaba en los hogares alemanes:
“Soldados alemanes, junto a camaradas españoles, italianos y finlandeses, avanzan hoy por las estepas orientales no como invasores… sino como libertadores.”
“Cada paso hacia el Este es un paso hacia una Europa nueva, libre del comunismo.”
“Y el Führer… no dará un paso atrás.”
Madrid
Serrano Suñer escuchaba la retransmisión desde la embajada alemana.Franco entró sin anunciarse.
—¿Y?
—Goebbels ha hecho su trabajo. Ahora Europa sabe quién manda.
—Y nosotros… ¿cuánto más cedemos?
—Solo lo necesario, Excelencia.Lo justo para que cuando caiga Moscú… nuestro nombre también figure entre los vencedores.
Y mientras las radios ardían en palabras,los motores seguían ronroneando en Ucrania.La Leibstandarte aún no había disparado.
Pero la guerra…ya no tenía marcha atrás.