Aproximación al cruce — Sector de Uman, julio de 1941
La carretera se convertía en polvo a cada metro.
El convoy se reducía a cinco vehículos. Dos Panzer IV, uno de ellos el de Falk, una sección de infantería motorizada a bordo de un camión Opel Blitz, y un Sd.Kfz. 251 de comunicaciones. El resto de la columna había sido enviada por rutas paralelas para evitar embotellamientos.
Falk miraba el terreno desde la escotilla abierta. Campos abiertos, pequeñas lomas suaves. Un bosque denso al norte. Al sur, cultivos abandonados que ofrecían cobertura irregular.
—Informe —ordenó sin girarse.
Helmut respondió de inmediato:
—El puesto de mando reporta contacto intermitente al este del cruce. Tropas soviéticas no identificadas. Se sospecha que es una unidad ciega en retirada… o una posición de retardo.
—¿Blindados?
—No confirmado. Pero hay informes de movimientos pesados en la zona de hace dos días.
Falk cerró la escotilla.
—Avance en punta de flecha. Nosotros al frente. Segundo Panzer a retaguardia. Infantería en columna protegida.
—¿Formación extendida o cerrada? —preguntó Konrad.
—Cerrada hasta 500 metros antes del cruce. Luego desplegamos.
Konrad asintió. Sabía leer el tono: había posibilidad real de contacto.
—¿Qué sabes de estos bosques? —preguntó Falk por el intercomunicador.
Lukas respondió con naturalidad.
—Nada bueno. Buen sitio para minas. O para que nos reciban con un antitanque.
—Entonces sin sobresaltos. Despacio. Como si cada árbol tuviera ojos.
A la izquierda del camino, el segundo Panzer mantenía la distancia reglamentaria. Los soldados de infantería, atentos, con sus fusiles Mauser en posición baja. Algunos observaban el horizonte con más inquietud que disciplina.
—No están acostumbrados a no ver al enemigo —murmuró Ernst.
—Nadie lo está —dijo Konrad.
El cruce apareció tras una colina baja. No había trincheras visibles. Tampoco trincheras improvisadas. Solo una cabaña derruida a un lado del camino y la sombra del bosque más allá.
Falk levantó un brazo y ordenó alto. El convoy se detuvo.
—Despliegue.
Las órdenes fluyeron con precisión: el segundo Panzer se posicionó a la derecha, en ángulo de cobertura. La infantería descendió y tomó posiciones en abanico, buscando visual y protección tras árboles y rocas.
—¿Helmut?
—Radio en silencio. Hay estática —respondió.
—Eso no me gusta.
Desde dentro del Panzer, el calor se volvía denso. Ernst había preparado ya dos proyectiles: uno explosivo, uno perforante. Konrad ajustaba el visor con movimientos lentos, medidos. Lukas mantenía el motor al ralentí, con un pie listo para reaccionar.
Falk respiró hondo. Su voz por el intercomunicador sonó más baja, pero más firme.
—Tensión constante. Pero no abrimos fuego hasta confirmar contacto real. No quiero disparar a un granjero con una pala.
—¿Y si disparan ellos primero? —preguntó Ernst.
—Entonces sabremos que estamos en la guerra de verdad.
Todo era silencio. Silencio, y el eco sordo de los motores en ralentí. Nadie se movía. Nadie hablaba.
Hasta que, a lo lejos, entre los árboles, algo reflejó la luz. Un destello tenue. Una silueta… cuadrada. Baja. Con torreta.
—Contacto —dijo Konrad.
—¿Tanque?
—Parece que sí. Pero… no es un BT-7.
Falk entrecerró los ojos. Su instinto se tensó.
—¿Qué es?
Konrad tardó dos segundos en responder.
—No lo sé. Pero es más grande. Más ancho. Y no tiene miedo de mostrar la torreta.
Falk tragó saliva.
—Entonces prepara perforante.
El enemigo se había mostrado. Y no se escondía.
El combate aún no había comenzado.Pero la distancia entre ambos aceros…ya se medía en segundos.