Capítulo 9: Acero contra acero

Ucrania — Cerca del cruce de Uman, julio de 1941

Desde el Panzer IV

—¡Contacto confirmado! —gritó Konrad—. ¡Es un tanque! ¡Y no es ninguno que hayamos visto!

Falk asomó por la escotilla solo un segundo. Lo suficiente para ver la silueta baja, sólida, casi desafiante entre los árboles. Era más ancho que un Panzer III, más redondeado que un KV. Y su cañón… largo. Amenazante.

—¿Identificación? —preguntó Falk, aún sin disparar.

—Es nuevo. No es un T-26. Ni un BT. ¡Dios… es algo diferente!

—¡Perforante! —ordenó—. ¡Ya!

Konrad apuntó. Ernst cargó con un golpe seco. Falk dio la orden.

—¡Fuego!

El disparo sacudió el Panzer IV. La carcasa metálica vibró… y el proyectil impactó en el frontal del blindado enemigo.

—¡Impacto! —dijo Konrad.

—¿Resultado?

Silencio. Konrad revisó por la mira.

—Nada. Ni una marca.

Falk apretó los dientes.

—¡No le hemos hecho ni cosquillas…!

El T-34 giró su torreta.

—¡Maniobra! ¡Reorienta! —gritó Falk.

Lukas pisó el embrague. El Panzer retrocedió mientras viraba. El motor rugía, pero la agilidad no era su fuerte.

—¡Disparo enemigo! —avisó Ernst.

El proyectil pasó silbando por encima. No impactó. Pero el aire tembló.

—¡Ese cañón es de 76! —gritó Konrad.

—¡Siguiente ronda! ¡Costado, apunta a las ruedas! —ordenó Falk.

El T-34 se estaba moviendo. Su velocidad era sorprendente. Se desplazaba como una bestia ligera, pero con el blindaje de un monstruo.

El segundo disparo alemán rebotó en la torreta.

—¡Nada! ¡Joder, no penetra!

—¡Tenemos que buscar el lateral! ¡O el motor! —dijo Falk.

Lukas entendió sin palabras. Forzó una curva cerrada, buscando una depresión en el terreno.

—¿Podemos flanquear? —preguntó Helmut desde el interior.

—Lo vamos a intentar.

Desde el T-34

Semyon no sonreía. Ni siquiera sudaba. Estaba en su elemento.

—¡Ajusta torreta, 3 grados izquierda! —gritó.

—¡Listo! —respondió Mikhail, alineando el cañón.

—¡Fuego!

El T-34 disparó. El retroceso sacudió la estructura, pero el proyectil voló limpio. No impactó. Pero obligó al enemigo a replegar.

—¡Se están reagrupando! ¡Intentan flanquear! —dijo Grigori.

—No lo permitas. Si avanzan más, giramos completamente.

Alyosha maniobraba con suavidad, como si el tanque fuera una extensión de sus brazos. El T-34 parecía flotar sobre la tierra.

—Son buenos —dijo Mikhail.

—Sí. Pero no conocen esto —respondió Semyon, señalando el blindaje lateral—. Aquí… son ellos los que deben temer.

En el Panzer IV

—¡Fuego! —gritó Falk.

El disparo fue más bajo. Konrad apuntó al hueco entre la rueda motriz y el blindaje.

El proyectil entró. Se oyó un ruido seco. Algo se desprendió.

—¡Le dimos! —gritó Ernst.

Konrad no celebró. Solo siguió apuntando.

El T-34 detuvo su avance.

—¡Motor detenido! ¡Humo en el escape!

—¡Recarga! ¡Uno más!

El segundo disparo fue a la torreta lateral. Penetración. Konrad gritó:

—¡Lo tenemos!

Desde el T-34

Dentro del blindado, el aire se volvió negro. Humo. Chispas. Sangre.

—¡Fuego lateral! —gritó Grigori.

Mikhail estaba en el suelo, herido. No mortal, pero no podía moverse.

Semyon gritó:

—¡Evacuad! ¡Fuera!

Alyosha abrió la escotilla. Salieron uno a uno, rodando en tierra. El tanque ardía, pero aún no explotaba. No era una victoria del enemigo. Era supervivencia propia.

Desde el suelo, Semyon miró el campo de batalla.

—Son buenos.

Pero no mejores.

Solo… más afortunados.

Desde el Panzer IV

El T-34 ardía. No explotaba. Solo ardía, como si se negara a morir.

—¿Está neutralizado? —preguntó Falk.

—Sí. Tripulación fuera. No disparan. No se mueven.

El silencio volvió.

Falk no celebró.

—Helmut, comunica posición. Uno enemigo destruido. Ninguna baja. Nos mantenemos.

Apagó el intercomunicador un instante. Miró al horizonte. Después al suelo.

—Konrad.

—¿Sí?

—Gracias por no fallar.

El artillero no respondió. Solo miró al humo. Como si en cada espiral negra se viera a sí mismo.