Capítulo 12: Silencio entre órdenes

Frente sur, Ucrania — julio de 1941

La tierra seguía oliendo a pólvora y aceite quemado.

El sol caía lento sobre el campamento improvisado. En torno a los vehículos, los soldados reparaban, limpiaban, o simplemente se sentaban en silencio. Nadie tenía prisa. Nadie pedía explicaciones. Cada uno sabía que la próxima orden llegaría… pero no cuándo.

Dentro del Panzer IV, el ambiente no era distinto.

Lukas había quitado la camisa y limpiaba los controles con trapo húmedo.

—Nunca pensé que un tanque soviético me haría sentir miedo —dijo, sin mirar a nadie.

—No fue miedo —respondió Konrad—. Fue respeto.

—Yo lo llamo susto —añadió Ernst—. El tipo de susto que te hace cargar más rápido sin pensarlo.

Helmut no hablaba. Sólo escuchaba. Como siempre.

Falk estaba fuera, con el uniforme abierto hasta el pecho, apoyado contra la oruga del tanque. Miraba hacia el horizonte, pero no lo veía.

Albrecht llegó sin escolta. Solo. Como solía hacer.

—¿Descansando? —preguntó.

—Intentándolo —respondió Falk sin moverse.

—El frente está cambiando —dijo Albrecht, encendiendo un cigarro—. Más rápido de lo que pensábamos.

Falk no respondió de inmediato. Luego, bajó la mirada.

—No tenemos herramientas para esta guerra. Solo experiencia.

—Y ni eso nos garantiza nada.

Se hizo un silencio breve.

—He leído tu informe —añadió Albrecht—. Ya está en manos del Alto Mando.

Falk alzó una ceja.

—¿Ya?

—Guderian lo citó esta mañana en una reunión con Dietrich. Lo tuyo… fue el primer enfrentamiento documentado contra un T-34 confirmado. Han tomado nota.

—¿Y eso qué cambia?

—Todo. O nada. Eso depende de Berlín.

Falk asintió, sin orgullo. Sin expectativas.

—¿Y nuestras órdenes?

—Por ahora, mantener posición. Se reestructuran los ejes de avance. Pero es temporal. Vendrán nuevas.

—Siempre vienen.

Albrecht tiró el cigarro al suelo. Lo apagó con la punta de la bota.

—Tus hombres… ¿cómo están?

Falk miró de reojo al Panzer. Dentro, podía oír las risas secas. No eran de alegría. Eran defensivas. Necesarias.

—Están enteros. Y eso ya es decir mucho.

—¿Y tú?

—Yo estoy en pausa.

Albrecht asintió.

—Entonces disfrútala. Porque el silencio... nunca dura demasiado.

La noche cayó sin dramatismo.

Y entre sombras, acero y humo viejo…el verdadero miedo no era el combate.Era no saber cuándo volvería a comenzar.