África del Norte — Frente del Eje, julio de 1941
El desierto no tenía sonido. Solo viento y polvo.
Desde lo alto de una duna, Erwin Rommel observaba con los prismáticos. Los ingleses se estaban replegando… otra vez. Era la cuarta vez esa semana que intentaban una contraofensiva. Y la cuarta vez que terminaban retirándose a sus líneas más seguras, dejando tras de sí humo, metralla… y sorpresas enterradas.
—Cavan más deprisa que disparan —comentó un oficial de estado mayor.
—Entonces que excaven su tumba —respondió Rommel sin apartar la vista.
En el lado oeste del avance, la Legión Española maniobraba con soltura. Su comandante —un teniente coronel con cicatrices viejas y voz ronca— coordinaba los movimientos como quien guía a un grupo de cazadores, no a soldados. Sabían moverse entre piedras, entre pozos secos, entre ruinas antiguas.
—No es Europa, pero el enemigo sangra igual —dijo uno de los legionarios.
—Y el sol no perdona —añadió otro.
La experiencia colonial, la costumbre del calor, y una estructura de mando más flexible que la italiana hacían que su presencia fuera cada vez más valorada por los alemanes.
—Son duros —dijo un teniente del Afrika Korps—. No sonríen mucho. Pero disparan donde deben.
Los italianos, en cambio, sufrían. No por falta de valor, sino de previsión.
Demasiados camiones averiados. Demasiados oficiales sin campo. Demasiada rigidez en un terreno que exigía improvisación.
—Los muchachos no son el problema —decía un capitán alemán—. Es el sistema.
Rommel sabía que no podía prescindir de ellos. Pero también sabía que debía apoyarlos con artillería y coordinación constante. Si la flota combinada no hubiese asegurado el Estrecho de Gibraltar, el abastecimiento sería imposible.
—Sin Gibraltar, África es un suicidio —había dicho semanas antes en un informe.—Con Gibraltar… aún podemos hacer historia.
Frente Oriental — mismo día
El polvo era diferente. Más oscuro. Más húmedo. Pero el rumor del desierto llegaba incluso hasta Ucrania.
—Dicen que Rommel volvió a romper líneas —comentó Ernst mientras afilaba su cuchillo.
—Y que los nuestros están luchando con españoles —añadió Lukas—. La Legión, creo.
—¿En serio? ¿Los de la guerra civil?
—Esos mismos. Parece que allí sí saben lo que hacen.
Falk no participó en la charla. Solo escuchaba. Pero en su mente, el mapa era cada vez más grande.
Una guerra en Ucrania. Otra en África. Otra en el aire.Y en todas… algo empezaba a costar más de lo previsto.
El sol caía en dos continentes distintos.El enemigo era distinto.Pero el polvo…el polvo era el mismo.