Ucrania — Sector de retaguardia, julio de 1941
El motor seguía abierto.Las piezas, extendidas como vísceras sobre un lienzo manchado.Y el Panzer, inmóvil. Silencioso. Como si también necesitara descansar.
Falk observaba desde una piedra, los codos apoyados sobre las rodillas. No decía nada. No hacía falta. Los mecánicos lo hacían por él: maldecían entre dientes, pedían piezas imposibles, y prometían que para el día siguiente estaría “funcionando… más o menos”.
—Ya van tres días —murmuró Ernst.
—Tres días sin barro —añadió Konrad—. Y aún así… me siento sucio.
Helmut escuchaba los rumores. No de radios. De voces.De que algo se había movido en el cuartel tras su enfrentamiento con la Gestapo.
A media tarde, un soldado apareció. Joven. Tenso.Tenía una hoja doblada en la mano.
—SS-Oberscharführer Ritter. Está citado para entrevista oficial. Sección administrativa.—¿Motivo?
—No lo pone. Pero el capitán Bormann lo espera. Urgente.
Falk se levantó, se sacudió la camisa y caminó sin decir nada.
El despacho olía a café frío y papel encerado.El oficial no era un burócrata cualquiera: uniforme impoluto, pero sin pompa. Era de los que no ensucian las botas… pero entienden el juego.
Sobre la mesa, un dossier con sello negro.
—Ritter. Pase.
Falk entró. No saludó. Solo se detuvo frente al escritorio.
—¿Sabe por qué está aquí?
—Sí.
—Informe de la Gestapo. Dos agentes, un interrogatorio… interrumpido. Y una frase: “Mientras sea en mi zona de despliegue, todo lo es”. ¿Es suya?
—Sí.
—¿Interfirió en una operación oficial?
—Intervine en una paliza innecesaria. No vi documentos. No vi pruebas. Vi a un civil sangrando.
—¿Cree que su visión de justicia está por encima del Reich?
Falk no respondió al instante. Luego, sin levantar el tono:
—Creo que si permitimos todo en nombre de la victoria… no quedará nada que merezca ser ganado.
El oficial lo miró fijamente. Luego bajó la vista al informe.
—La Gestapo lo considera una “actitud peligrosa”.
—Y yo los considero un riesgo para la disciplina.
Silencio.
—Tiene suerte. Tiene resultados. Tiene una Cruz de Hierro. Y tiene un tanque, o lo tendría, si no estuviera desmontado.
Cerró la carpeta.
—Queda bajo observación. Sin sanción oficial. Por ahora.
—¿Algo más?
—Sí. Que regrese al frente cuanto antes. Aquí incomoda.
Falk asintió.
—Aquí yo también me incomodo.
Cuando volvió al Panzer, la tripulación lo esperaba.
—¿Todo bien? —preguntó Lukas.
Falk encendió un cigarro. Tardó en responder.
—Nos quieren lejos.
—Perfecto —dijo Ernst—. Yo también quiero estar lejos de esto.
Konrad levantó la vista del blindaje.
—¿Cuándo crees que estará listo?
Falk miró el motor.
—Cuando se acaben las excusas.
Y volvió a sentarse.A esperar.Como un soldado sin tanque.Como un comandante sin escudo.Sin blindaje.