Capítulo 29: Calles de desesperación

Interior urbano de Kiev — Agosto de 1941

No hubo aviso.

Una calle más. Una manzana más.Otra esquina que parecía vacía.Hasta que no lo estuvo.

El Panzer IV avanzaba a paso constante, flanqueado por un pelotón de infantería alemana. Habían cruzado ya media ciudad desde el flanco sur, superando barricadas abandonadas y algún que otro fuego de francotirador. El humo del bombardeo aún flotaba en las alturas. El avance era lento, pero continuo.

—Demasiado fácil —murmuró Konrad.

—No digas eso —le respondió Lukas, como si fuera un conjuro maldito.

Fue al doblar una esquina estrecha, bordeada por bloques de apartamentos.Fachadas destrozadas. Ventanas sin cristal.Y entonces, la trampa se cerró.

Un cóctel molotov voló desde un tercer piso.Impactó contra el lateral del Panzer.Llamas que no hicieron daño real… pero cegaron.

Disparos de fusil, ráfagas cortas, una granada que explotó en la calle justo delante de la infantería.

—¡Retirada! ¡Fuego cruzado! —gritó uno de los suboficiales alemanes.

El Panzer se detuvo de golpe.

—¡Contacto! —gritó Helmut—. ¡Múltiples puntos! ¡Tres edificios!

—¡Konrad, derecha! ¡Ernst, carga rompedora! —ordenó Falk.

El cañón giró y disparó. La onda sacudió los escombros. Un piso superior se derrumbó.

Pero no fue suficiente.

Otro cóctel cayó sobre la oruga. Lukas maldijo. El blindado resistía, pero el humo y el fuego limitaban la visibilidad. Desde un sótano, un cañón corto de 45 mm apareció como una boca de lobo.

Disparó. Impacto parcial.

—¡No otra vez! —gritó Ernst, apretando los dientes.

Konrad reaccionó con furia. Segundo disparo. El sótano quedó sellado por fuego y escombros.

La infantería se replegaba a trompicones. Algunos caían. Otros se cubrían entre puertas rotas. Los soviéticos no gritaban. Solo disparaban, certeros, invisibles.

—¡Malditos, están luchando como si fueran diez veces más! —dijo Helmut, con voz seca.

Falk no respondió. Ordenó retroceder media calle, buscar un ángulo nuevo. Dispararon una vez más contra el bloque principal. Las llamas crecieron. Las balas cesaron, pero no por completo.

Media hora después, el combate aflojó. Solo entonces pudieron salir de la trampa.

Habían sobrevivido. Pero sabían que eso era Kiev.No una ciudad tomada.Una ciudad desesperada.Una ciudad que, incluso moribunda, aún mordía.

Falk se quitó el casco. Lo sostuvo un momento.Y dijo en voz baja:

—Si esto es el preludio… lo que viene no tendrá nombre.