Capítulo 33: Encrucijada

El Cairo — 10 de octubre de 1941

La bandera británica ondeaba por última vez sobre una base de suministros al oeste del Nilo. El 8.º Ejército se retiraba a toda prisa hacia El Alamein.

—Tobruk ha caído —dijo el general Auchinleck con la mandíbula tensa.

—¿Quién lideraba el ataque?

—Un grupo mixto germano-hispano-italiano. Rommel al frente, pero con unidades falangistas y Bersaglieri. Han roto por el sur.

El desierto, una vez salvaguarda natural, ya no bastaba. Egipto estaba en juego. Y con él, el canal.

Kiev — 10 de octubre de 1941

Un informe del SD llegaba al cuartel general del Grupo de Ejércitos Sur.

“No hay movimientos guerrilleros significativos en la ciudad ni en la retaguardia inmediata. La bandera ucraniana ha desviado la hostilidad hacia Moscú.”

Un ayudante le leyó a Guderian la nota. Este, serio, solo dijo:

—Perfecto. Entonces que estas tropas avancen. Moscú necesita refuerzos. No podemos desviarnos al sur ahora.

Pero la orden no llegaría.

Wolfsschanze — Cuartel General del Führer

Hitler tenía los mapas abiertos. Señalaba con insistencia la región del Cáucaso.

—El petróleo está ahí. Quien tenga el petróleo, tendrá la victoria. Moscú es un símbolo, no un recurso.

Guderian y otros generales, reunidos en círculo, intercambiaron miradas.

—Con el debido respeto, mein Führer, si no tomamos Moscú antes del invierno, esta campaña podría...

—¡Mis generales solo entienden mapas! —rugió Hitler—. Pero no entienden la guerra.

Silencio. Una vez más, la política empezaba a entorpecer la estrategia.

Moscú — 11 de octubre de 1941

El Stavka estaba reunido en emergencia.

—Si pierden el norte de África, los británicos podrían ceder el Mediterráneo —dijo un general soviético—. Si Japón entra en guerra, los estadounidenses no llegarán jamás.

Stalin se mantenía en silencio. Luego, frío, dijo:

—Si Vladivostok se mantiene, que lo haga. Pero evacuad a toda la población industrial hacia los Urales. Si Moscú cae, la guerra cambia. Pero no termina.

Washington — 11 de octubre de 1941

Roosevelt hojeaba los informes.

—Tobruk ha caído. Kiev también. No hay señales de resistencia interna. ¿Dónde está la chispa?

Su asesor dudó:

—Japón no ha actuado. La opinión pública sigue dividida.

—Entonces será Japón o Europa, pero no podremos ignorar esto por mucho más.

Una llamada de Londres interrumpió la reunión.

—Winston en línea, señor presidente. Urgente.

Londres — 11 de octubre de 1941

Churchill estaba agotado, pero su voz seguía firme.

—Franklin, el Eje avanza. Y ya no lo hace solo con tanques: lo hace con símbolos, con discursos de liberación. Están escribiendo su narrativa. Y si no entráis pronto… quedará como la única.

Berlín — 12 de octubre de 1941

Goebbels leía las cifras.

—La caída de Tobruk ha cambiado todo. Los pueblos del Magreb empiezan a simpatizar con la causa del Eje. Kiev ha sido un golpe maestro. No con balas, sino con banderas.

Miró a su secretario de prensa.

—Que Falk Ritter y su tripulación vuelvan a aparecer. Esta vez, con mensaje. Ellos no destruyen: liberan.