Frente occidental egipcio — 15 de diciembre de 1941
El viento del desierto golpeaba las lonas del campamento como una amenaza sin voz. Entre mapas polvorientos y radios que crepitaban en varios idiomas, el Estado Mayor del Afrika Korps organizaba el despliegue para la ofensiva sobre El Alamein. En el centro, de pie sobre una duna baja con prismáticos en mano, Erwin Rommel observaba la llegada de una nueva unidad.
Una columna de blindados alemanes, impecables, rápidos, letales, se aproximaba desde el norte. Entre ellos destacaban varios Panzer IV con cañón largo. Uno de ellos, pintado con camuflaje improvisado, encabezaba el grupo.
—¿Quiénes son? —preguntó Rommel, sin apartar la mirada.
Un oficial italiano respondió:
—Una unidad destacada de la Leibstandarte SS Adolf Hitler. Recién desembarcados. Dicen que vienen de Kiev.
Rommel entrecerró los ojos. Vio cómo descendían con precisión, cómo los tripulantes trabajaban sin dar ni recibir órdenes innecesarias.
—No son muchos —murmuró—. Pero no hacen falta muchos, cuando son de ese tipo.
Y siguió con sus binoculares, sin pedir más datos.Le bastaba ver cómo se movían.
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En el campamento, Falk y su equipo ya se estaban adaptando al nuevo terreno. Reforzaban juntas, desmontaban filtros de arena, repasaban trayectorias en mapas mal copiados. No esperaban discursos. No querían visitas. Solo instrucciones claras.
—Esto nos va como un guante —comentó Ernst, mientras ajustaba la munición.
—Un guante lleno de clavos —añadió Konrad.
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Helmut escuchaba en la radio los informes del frente. Patrullas inglesas, fortificaciones en la zona de El Alamein, movimientos lentos pero organizados. El enemigo no estaba en retirada. Estaba esperando.
—Nos están dejando acercarnos —dijo—. Como quien deja que el toro baje la cabeza.
—Pues más vale que embistamos bien —respondió Falk.
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Esa noche, a lo lejos, Rommel volvió a observar la línea alemana. No se acercó. No dio discursos. Pero comentó algo en voz baja a uno de sus oficiales:
—Esos de la Leibstandarte... No hace falta conocer sus nombres.Basta con ver hacia dónde apunta su cañón.
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El desierto dormía.La ofensiva no.