Puesto de mando del Afrika Korps — El Alamein, 21 de diciembre de 1941
La lona de la tienda de mando ondeaba con el viento del desierto. Dentro, sobre una mesa de campaña cargada de mapas, informes y ceniceros llenos, se reunía parte del Estado Mayor del Afrika Korps.
Erwin Rommel estaba de pie, con las mangas remangadas, observando el croquis del frente con gesto grave. El combate de los últimos días le había costado caro… pero lo había ganado.
—Y aun así —dijo señalando un sector del mapa con el lápiz—, si no hubiera sido por esta unidad aquí… el flanco izquierdo se habría derrumbado.
El coronel Schmidt, del Heer, frunció el ceño.
—¿La Leibstandarte?
—Sí.
—Con respeto, Herr General, no todos aquí estamos cómodos con tener SS operando en nuestras formaciones regulares. No responden al mismo mando. Sus prioridades…
Rommel levantó la mirada.
—¿Prioridades? Su prioridad aquí ha sido no morir y no dejarnos morir.No me interesa si llevan runas o águilas en el uniforme.Me interesa si se mantienen firmes cuando el enemigo aparece.Y estos hombres lo han hecho. Uno de sus Panzer, aislado, detuvo un contraataque completo. Ninguna otra unidad lo logró ayer.
El silencio se hizo en la tienda.
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—¿Y quién era el comandante? —preguntó otro oficial, hojeando un informe.
—Falk Ritter. SS-Oberscharführer.Aún no sé cómo sigue vivo, pero eso ya lo resolveremos con una condecoración.Y con un mando más amplio.
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Schmidt cruzó los brazos, aún reticente.
—Y si algún día no responden a sus órdenes, ¿qué haremos? ¿Confiar en su lealtad?
Rommel caminó lentamente hasta él. Se detuvo justo enfrente. Su tono no era agresivo, pero sí definitivo.
—A mí me han respondido con fuego, disciplina y resultados.Cuando los demás retrocedían, ellos atacaban. Cuando otros fallaban las radios, ellos mantenían la línea.¿Quiere que me preocupe por su pureza doctrinal… o por su eficacia?
Nadie respondió.
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Rommel volvió al mapa, marcó el próximo eje de avance, y añadió en voz más baja:
—Me da igual de qué cuerpo vengan. Si luchan como lo han hecho, quedan bajo mi protección y mi mando operativo.Y en mi ejército, eso pesa más que cualquier ideología.
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Fuera, el sol seguía calentando el desierto.Dentro, la guerra seguía trazando líneas.Pero aquel día, el respeto se había ganado sin colores. Solo con sangre.