El Alamein — 22 de diciembre de 1941, amanecer
El cielo aún no era azul. Era ceniza y promesa.Una fila de Panzer se perfilaba contra la línea del horizonte. Y frente a ellos, en la arena aún fría, cinco hombres formaban una línea recta, rígida, silenciosa. Los tripulantes del Panzer IV que había resistido solo en las ruinas.
Al frente, Albrecht Dietrich, con uniforme de campaña impecable, sostenía en su mano una caja de madera oscura. A su lado, varios oficiales del Afrika Korps esperaban en silencio.
Y detrás de todos, como un espectador que no necesita imponerse, estaba Erwin Rommel. Brazos cruzados. Gesto firme. Sin escolta visible.
**
Albrecht se acercó a Falk primero.
—SS-Oberscharführer Falk Ritter —dijo, con voz clara—. Por valor excepcional bajo fuego, liderazgo táctico y la detención de un contraataque blindado sin apoyo, el Alto Mando le concede la Cruz de Hierro de Primera Clase.
Le prendió la medalla en el pecho. Luego añadió:
—Y por decisión directa del Oberkommando… queda usted ascendido a SS-Untersturmführer. A partir de hoy, será Zugführer, al mando de un pelotón Panzer.
Falk no dijo nada. Solo asintió. Como si entendiera que ese ascenso era más una carga que una recompensa.
**
Luego Albrecht se giró hacia los demás, uno por uno.
—Konrad Weber. Artillero. Por precisión bajo presión y control de fuego constante: Cruz de Hierro de Segunda Clase.—Ernst Schäfer. Cargador. Por mantener el ritmo de fuego en condiciones extremas: Cruz de Hierro de Segunda Clase.—Helmut Krüger. Radiooperador. Por mantener la comunicación táctica y coordinar la situación bajo fuego: Cruz de Hierro de Segunda Clase.—Lukas Engel. Conductor. Por maniobrar y conservar el blindado operativo en plena emboscada: Cruz de Hierro de Segunda Clase.
Cada uno recibió su medalla en silencio. Sin sonrisa. Solo con una breve inclinación de cabeza.
**
Cuando Albrecht volvió a su posición, Rommel dio un paso al frente. No alzó la voz. No extendió discursos.
Solo miró a Falk. Luego, a todos.
—He visto divisiones enteras huir ante menos fuego que el que soportaron ustedes.He visto comandantes pedir refuerzos mientras ustedes rompían líneas sin pedir nada.No los conozco bien.Pero hoy, ustedes hicieron que su uniforme pesara más que el mío.
Se dio la vuelta sin más, dejando a su paso solo la arena pisada y el eco de unas palabras que no necesitaban aplauso.
**
El sol aún no había salido del todo.Pero la luz ya estaba allí.Y no hacía falta gritarla.