Capítulo 53: El siguiente paso

Egipto — 3 de enero de 1942

La orden llegó sin ceremonia.Un mensajero en moto, el motor caliente aún, entregó el sobre lacrado con un gesto seco.El tipo no dijo una palabra. Solo esperó la firma de recepción.

Falk abrió el documento con dedos firmes. Leyó. No repitió en voz alta.

Solo murmuró:

—Marchamos hacia Alejandría.

**

Alrededor suyo, el pelotón comenzaba a moverse. Lentamente. Con el peso exacto de quienes sabían que ya no quedaban treguas ni pausas.

Ernst se levantó con un suspiro.

—¿Otro nombre más para el mapa?

Konrad, revisando el cañón de su Panzer, murmuró sin apartar la vista:

—Otro punto en el que no deberíamos morir, pero igual pasa.

Helmut encendió la radio y ajustó las frecuencias. Silencio. Luego un zumbido bajo.

—Los británicos aún no han colapsado del todo. Pero están retrocediendo con orden. No será un paseo.

**

Falk subió a su vehículo. Desde la escotilla, observó los otros tanques alinearse, uno a uno. Algunos motores rugieron con más fuerza que otros. Uno necesitó dos intentos para arrancar.

Era un avance.Pero también un riesgo.Cada metro hacia Alejandría era también un metro más lejos de volver.

**

Adler, el idealista, se acercó al tanque de Falk justo antes de partir.

—¿Cree que si tomamos Alejandría, los ingleses se rendirán?

Falk lo miró con calma.

—No.—Pero sí dejarán de reírse.

Adler asintió. No entendió del todo. Pero lo aceptó.

**

El convoy se puso en marcha poco antes del mediodía.Tanques, camiones, semiorugas.La Leibstandarte y sus aliados cruzaban el polvo egipcio como una sombra de acero.

**

Falk bajó la cabeza un momento, dentro del blindado. Cerró los ojos.

—Alejandría —dijo en voz baja, solo para él—.Otra ciudad. Otro riesgo. Otro nombre para los que no vuelvan.

**

Pero su voz fue firme al final:

—Arrancamos.

Y el Panzer IV, con su pelotón completo, volvió a rodar.